kahlil

Lágrimas de Dios

Cae la lluvia como cristales que descienden del firmamento

partidos en millones de diminutas partículas que acarician la Naturaleza

sedienta de  su vasta sabiduría.

 Han nacido de los mares y se han elevado con el viento hasta el centro

de las nubes que al ser calentadas por el sol deciden enviarlas a los

valles para pintar de colores los campos de la desazón.

 

Cae la lluvia como rutilos de plata que visten de alegría

los pétalos de las flores dándoles de beber el néctar del Amor

y en su canto con el viento les regala un nuevo semblante a sus pálidas caras

crujientes con que las ha enmascarado la sed.

 

Cae la lluvia y en su camino se viste de calidos rayos del sol para

calentar los gélidos corazones de los hombres desesperanzados y así teñir

sus Almas de mil colores. Cae la lluvia suave y silenciosa acompasada

por la leve brisa y en su danza bamboleante aterriza plácidamente

sobre los campos áridos que surcan los acorazados corazones

de aquellos que transitan la vida abandonados de su espíritu.

 

Cae la lluvia y en su contacto con la gramínea sedienta de la tristeza,

le propicia un cálido beso que riega de alegría los remotos brotes

que permanecieran ocultos del fulgurante sol de la tarde.

Cae la lluvia, y en su paso por las montañas ha cogido desde

sus picos la helada agua transparente que limpia todas las culpas

de los desérticos suelos de la desesperanza que invade

 al hombre que ha cesado en su búsqueda.

 

Cae la lluvia, lluvia como lágrimas de Dios que en su más

 profundo Amor clama por su semejanza, cae la lluvia

como lágrimas de Dios impregnadas de compasión y en su

llegada nos colma de su más cálida paz como cubriendo

con sabanas de rocío el amanecer de los hombres,

su más sublime creación.

 

 

Por Alejandro D. Gatti