Y eran dos bocas danzando
la frenética danza en la piel viril.
Una tarde caliente de un rojo Abril
la coreografía húmeda de los besos
pregonan una comunión de embelesos
en un ambiente dulce, sensual, sutil.
No hay palabras, solo miradas,
ardientes miradas de pícara complicidad,
y se da rienda suelta a la pasión contenida,
solo los gemidos hablan y la música de fondo los acompaña,
seis manos que juegan con la piel encendida.
La luz del rojo atardecer refleja tres siluetas,
unidas por un deseo inmenso,
los cuerpos desnudos, los rostros limpios de caretas,
sólo la cama es mudo testigo del momento,
ellas y él probando el sabor de sus sueños.
Un triple incendio más allá del mundo,
un gemido profundo multiplicado de pieles,
un espejo absorto ilumina laterales, y en el techo,
reflejan dos bocas femeninas que se encuentran
en el pecho masculino atravesando brazos y piernas.
Eros, Thanatos, gritos, delirio, pecado, transgresión...
y un solo placer, caricias por tres, una sola pasión.
Y quedan absortos al concluir el delirio,
abrazados hasta el amanecer,
guardando el apasionado secreto,
en ese cuarto de hotel.