Violeta tan humilde
como la flor de la parra
enrredada en sus sarmientos
como cuerdas de guitarra.
Le ha cantado al amor,
entre alegrías y penas,
unas negras otras blancas,
vistas por dos luceros.
En una noche estrellada,
un corazón alegre
con un marco humano.
Cómo oveja mansa
o lobo aullando.
En el norte seco
o el sur mojado,
con gente humilde
o rico penando.
Por amor al niño
que sigue jugando
en toda inocencia
de sus años blandos.