En mi calle las mariposas
vuelan de la mano de las quinceañeras,
las cometas les bajan angelitos a los purretes
y los mininos se apoltronan a mirar Gato con Botas.
En mi calle los jilgueros
saben de música más que los mismos músicos
y se sientan a admirarlos propios y extraños
a la sombra de una nube de hermosos ojos azules.
En mi calle hay mezcolanza
de obreros e intelectuales,
de niños con guardapolvos
y perros con nombres varios.
En mi calle hay remolinos
con poemas esparcidos y por el aire llevan
rimas que hablan de amores
y rubores de adolescentes mejillas.
En mi calle las viejitas tararean
a los Beatles y dicen Obladíobladá,
Obladíobladá, obladá…
caminando hacia el club del jubilado.
En mi calle los pelados no usan gorra
porque en los tiempos que corren
está de moda y no incomoda
lucir la preciosa calva.
En mi calle el sauce llorón no llora,
deja esos sentimientos
a corazones solitarios
y al rocío de la noche.
Mi calle es de lo más normal
y hasta formal yo diría,
si no fuera por el sol
que se ríe todo el día.
En mi calle hay un loquito sentado
en el cordón de la vereda
que quisiera dibujar, en lo negro del asfalto,
un mundo sin más guerras y sin más hambre.
En mi calle hay un hombre
que nunca dejó de ser niño
y en su almohada guarda sueños
sueños de amor, de paz y concordia.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.