Eran siempre las 10
y el reloj no cambiaba de hora,
me acosté sin pensar
procurando que el sueño me ataque y alzarme en la aurora,
pero siempre pasó
que a mayor anhelo, más esquivo el olvido
y quedé hechada allí
con los ojos clavados al techo y tu fantasma en la alcoba.
Remonté como ayer
las palabras que dejaste grabadas
y noté igual que ayer
que Mahoma no va a la montaña ni a palo ni a espada,
y yo corriéndote, por las avenidas,
tal vez sea en vano,
ni una bicicleta en contramano
para calmar tanta sed y agitar la poesía cautiva.
Y miré el reloj
3 minutos pasaban las 10
y resoplé apagando el velador,
los destellos, muriéndose.
Cuánto quise saber
a dónde iba encaminada,
más no pude encontrar
ni una excusa coherente ni un as escondido en la manga,
la reina de escabullir,
princesa de corazones,
ya es tarde, lo sé,
se llevó el tesoro mayor a un precio de ganga.
Decidí firmemente
ya dejar de buscarte,
enhebré dignidad
y rotunda en las sombras juré no volver a esperarte,
me dí vuelta sin más
en la cama vacía
y anoté en mi mente
de mañana salir a pasear a ver si te veía.
Y agarré el reloj en penumbras
brillaban las 5 pasadas las 10
y suspiré al borde de las sábanas
con tu fantasma mirándome,
sonriéndome...