a Pablo Neruda
He visto un solitario poeta caminar,
por empedrado y vereda cubierta de hojas;
perder sus ojos en algún cielo
y empapar con tinta las hojas que un niño leerá.
Caminar sobre las hojas que los árboles olvidan,
por calles sin nombre y destino incierto;
cuando la noche posa sus brazos
sobre los hombros del día.
La luna refugia al poeta con sus versos;
luego se pierden en la cercanía del silencio,
una sincera lágrima caerá por sus dedos
hasta volverse tinta y luego verso.
Cuando las voces del alba se ausentan;
el dictara con silencio sus lejanas desgracias
de tierra, mar y su cuerpo en brazos;
con su lejana infancia y su cercana muerte.
Sus versos no estarán ausentes, ni sus palabras,
seguirá por calles, por frías mañanas,
observando niños jugar en las plazas,
cuando hombres son heridos en batallas.
Mientras escaleras oxidadas nos acercan al cielo,
los versos reviven el infierno que la tinta emigra;
una paloma herida se posa en mi ventana,
en una perdida hora, de una perdida mañana.
Volverá la tarde a caer en los ojos del poeta;
mientras el sol se aleja dando la espalda
quedara en una silla sentada, la desnudez del silencio,
cuando otro poema se escribe, sobre otra hoja.
Entonces un cantinero sirve una copa,
un hombre pasa a su lado,
un hombre solo, llorando en una mesa vacía
el poeta recoge la herida y la deja en su cuaderno.
Un sincero lamento suele caminar;
mientras gente pasa sin notarlo;
las hojas volverán a caer,
cuando el poeta cierre sus ojos.
Ricardo Nogal.