Hasta hallar tu sonrisa
deambulé por un desierto
de extraviados nombres.
Tu quemante mirada
fue hacia mí como flecha sin espacio,
como aurora creciente,
como agua blanca.
Tienes ojos de rosas planetarias.
Tu destino en una estrella olvidada
agonizaba junto a mí,
en su fondo enhebramos la vida,
nos dispusimos como el otoño
se desnuda ante el cielo,
nada más que la piel festejó
nuestra siembra.
En el amanecer de la última esperanza,
nos vistió la claridad,
la felicidad soltó su arco cósmico,
río ensanchado como el universo.
Lentamente nos abandonamos,
como deja caer
el brazo de agua su transparente misterio.
Juntos tallamos los años.
A la par, el cielo giraba su cauce,
bebíamos rocíos de luz movediza.
La lumbre del destino bailaba
ante nosotros,
la fuerza que había en tu alma
nos vistió de horizontes.