Mi voz ha tapado mi garganta
Y el cuerpo duele sin perdón.
Aquí llega el abrazo de la muerte
Y las manecillas del corazón
se encuentran en las en puntos…
No es una pesadilla, arraigó
en el crepúsculo de mi vientre
Y navega por los ríos del torso
descargando en los puertos
de esta desvanecida geografía…
Siento, ya, el polvo de los ángeles
Y en el rompiente de mis olas
una lágrima deja el Adiós.
Adiós masa, adiós materia;
estoy de mudanza…
No puedo luchar contra este enemigo
que me carcome la vida
Y me licua el alma.
Me ha tocado a mí;
seguramente llega la hora
de partir al silencio que cobija
la luz que llevo dentro.
Las células que antes eran jazmines blancos,
Hoy, danzan en está síntesis con tules negros
Más, gélida la sangre de la palabra
Llegara el otoño con la estela de la eternidad.
Aquí,en esta via,dejo mi rosa.
Antonia Ceada Acevedo