CONFESIÓN
Señor tú que eres misericordioso
enséñame el camino porque estoy perdida.
Hay una gran pesadumbre en mí
pues he pecado
de pensamiento, palabra y omisión,
aun cuando conozco tu palabra.
Sé que no soy perfecta
porque la perfección encarna en ti,
y aquellos que me juzgan
tan pecadores como yo lo son.
Mas no me importan
los pecados de los otros,
sino esta atosigante culpa que me acosa
y el horrible pesar
que me atormenta por pecar.
¡Qué abominable pena siente mi alma
vergüenza insoportable,
bofetada imborrable cruza el rostro
impidiéndome mirarte en el madero
lacerado, humillado, hundido en el dolor,
tan sólo por amor para salvarme.
¿Acaso tu generosidad
podrá entrar al charco donde estoy
para salvarme?
¿Borrará tu bondad
las cicatrices que en tu pecho hago,
imitando al soldado de la lanza
que la hundió sin piedad en tu costado?
¡Oh, mi Dios, si escucharas el ruego
de esta pobre mortal que miedo tiene,
de morir sin tu Gracia
lamentando el error de tus leyes violar!
RESERVADOS LOS DERECHOS DE AUTOR.
MIRIAM RINCÓN URDANETA.