La fuerte brisa golpea la hermosa creación,
la inmensidad de las aguas yacen apacibles,
los pájaros vuelan buscando donde aterrizar,
los colores del día empiezan a opacar.
Un hombre no deja de pensar,
todo a su alrededor nuevo, digno de admirar,
los olores deleitaban,
inquietos insectos le rodeaban.
Mientras tanto en la insondable majestad de los cielos
se gesta una idea portentosa,
culminar la hermosa obra
esa, cincelada por unas hermosas manos.
La obra que por días reveló
el amor en todo su esplendor,
los colores llenos de candor,
la suavidad expresada en flor.
Solo, el hombre descansaba,
no imaginaba lo que se gestaba,
Dios sabia lo que él necesitaba
algo que de verdad lo extasiara.
Tenía que ser indescriptible,
llena de sublimidad,
que la sintiera suya, para aceptarla;
única para reconocerla,
hermosa para admirarla,
frágil para cuidarla,
sensible para amarla,
tierna para abrazarla,
inteligente para escucharla,
talentosa para ponderarla,
y otras muchas para que jamas la olvidara.
Así que solo una posibilidad,
la mejor idea,
tu, mujer.