Hijo mío...
Hoy, te escribo esta carta,
porque en ti, vivo pensando
y quiero que desde ya, aprendas a volar,
desplegando poco a poco, tus alas,
desde que naciste, cómo hacerlo
te estoy enseñando.
Quiero que un día surques el espacio
y llegues a tocar las nubes
con tu hermoso plumaje.
Cómo también, quiero algún día,
verte realizado...
yo, te estoy preparando
sin importar, que para ello,
te ausentes de mi lado
y puedas transitar feliz
cualquier camino de la vida.
Con esa libertad tan anhelada,
con esa libertad tan codiciada,
pero nunca hay que confundirla
con el tal libertinaje…
Recuerda, vienes de un nido
sin artilugios y linajes…
La libertad tiene límites,
al vándalo nunca imites,
de los vicios no te dejes llevar,
pues ellos, te condenarán
a vivir en un suplicio,
qué quizá no tenga final.
Recuerda siempre actuar
con respeto y tolerancia,
con alegría y benevolencia,
con altruismo y humildad,
con inteligencia y generosidad,
con diplomacia y rectitud,
con buen genio y cordialidad
y nunca pierdas la dignidad.
Los intereses de los demás
nunca lesionarás
y con la frente erguida,
siempre caminarás.
Si te llegas a equivocar
reconoce que has errado,
porque si no lo haces,
siempre girarás
en un círculo cerrado.
Perdona al que te ofende
y no guardes rencor por ello,
hoy puede ser tu enemigo,
pero mañana será tu amigo.
Lleva como estandarte,
la sencillez y el baluarte,
compañerismo y lealtad,
la honradez, es lo más importante,
optimismo y buen talante…
Ser muy serio en lo que proyectas,
sin dejar de sonreír.
Si quieres llegar a la meta
no atropelles a los demás,
con cautela y sutileza
los obstáculos quitarás.
Piensa en el porvenir,
con esfuerzo y sacrificio,
tenacidad y mente abierta
y sobre todas las cosas…
¡Dios, en primer lugar
siempre debes llevar!
Y cuando estés en la cima
saboreando la victoria,
recuerda a los de abajo,
los que te ayudaron a escalar
como si fueras escarabajo...
peldaño, tras peldaño,
hasta tocar la gloria.
De tus padres, nunca te olvides,
recuerda que fueron pilar
para que te pudieras sostener
¡cuándo la meta querías tener!
Si te enamoras hijo mío,
has de saber que no es fácil,
entregas el corazón
y te lo pueden lastimar,
pero no por ello, dejarás de amar.
Ni te volverás huraño,
ni rencoroso, ni pernicioso.
Después de curada la herida
tendrás otra oportunidad...
no importa cuántas veces caigas,
te volverás a levantar
y serás igual, a esa ave gigante,
que sus alas despliega al instante,
sintiéndose en libertad
de poder los aires surcar.
Llegará por fin
el tan ansiado querer
y te amarán de verdad.
Hoy es un día cualquiera,
de un mes caluroso,
del año, mil novecientos ochenta y nueve...
cuando te que escribo esta carta.
No te apures en responder,
te falta mucho por crecer
y muchos caminos por recorrer...
yo esperaré paciente,
hasta que lo puedas hacer.
Esperaré la respuesta
y espero que para entonces,
ya te hayas graduado,
tus metas habrás alcanzado,
y todo el amor que te he dado
y los sueños que me he forjado,
tendrán continuidad...
¡porque eres, mi hijo amado!
Felina
Esta carta continúa…