Tornasoles del amanecer tropical
son estas liviandades aladas,
suspendidos títeres de hilos invisibles
sobre rocas montaraces;
un poco más arriba de las aguas
un poco más abajo de las ramas.
Señuelos desde puentes colgantes,
retaron los iris de las cascadas
y los profundos, insondables celajes…
tan soberbias libélulas
en el trópico fosilizadas.
Fugaces bandas arreboladas
fueron estas nubes paleópteras
en los campos.
En el trópico, donde había un leviatán
en cada agua circundando la esfera
y unas lapas enormes con gritos
como timbres amazónicos,
estos insectos fosforescentes recuerdan
jurásicas historias diplodocas y estegosaurias.
Rememoran antiguos sacrificios.
Ofrendas sempiternas a libérrimos dioses
apenas exigentes de madreselvas votivas.
Rememoran los crímenes contra natura,
pequeñas heroínas frente a la raza destructora.
Pues es cierto: hubo una raza pensante y destructora
que exigió vanos sacrificios, vanas matanzas,
crímenes de talas azarosas… Animales desollados
con el corazón aún palpitante…
Libélulas que atestiguan del entusiasmo corruptor
sobre las manchas de tucanes, de lapas azuladas,
tigrillos, pumas, guacamayas tornasoles,
sobre tus alas transparentes vinieron a romper
las antiguas vasijas tropicales
los colores aún vírgenes
las semillas escindidas,
los frutos inmaduros…
solo por el placer de desgajarlos
solo por placer del rompimiento…
¡Decidme, libélulas danzantes,
desde el centro fosilizado de vuestro sepulcro…
si no os violaron también
si no os ultrajaron
si no os inhumaron con el fuego
irradiado de las armas disparadas…!
¡Decidme si nos os avergonzaron hasta la muerte
a todas, en vuestras mismas casas silenciadas,
en vuestros hábitats, en vuestro vuelo,
en vuestro aire desmembrado,
en vuestros rotos élitros !