Dulce certeza.
Otra gota de ausencia
se desliza por el rostro
melancólico de la tarde.
La noche se despereza
estirando sus extremidades,
extendiendo la impiadosa
oscuridad de la soledad.
Tu nombre va cobrando brillo
en la lejanía azul
de la luz de una estrella.
Tu nombre aún permanece vivo
y es el mismo latido
del corazón doliente
de la inocencia de la noche.
Entonces sucede...
Otra vez tu nombre
llega hasta mi
enredándose en mis cabellos,
acariciando mis suspiros
y cubriendo de tibiezas
la leve frescura de mi cuerpo.
Miro mis manos
y las veo repletas
de la dulce certeza de saber
que siempre habrá noches
en las que tu nombre
recorrerá el firmamento
para llegar hasta mi
cubriéndome de deseos.
Eve V.Gauna Piragine