No pretenden más gloria mis manos, Que el frío poema de nuestro amor imposible. Porque allá donde otros ojos al leer, descubran Y sepan, que fuiste luz de mi amanecer distinto, Yo allí, te iré enterrando , poco a poco, Grabaré el mármol con mi luto escrito Aquel que un día, silencie nuestras almas para siempre. No pretendo ahondar la herida de mi cruel cárcel acostillada, No deseo ya sangrar más poemas, Fallecer más lentamente que el propio tiempo. Porque no existe en mí, más dolor que el silencio, Que las albas deshiladas de las noches Donde tu fuiste Luna y mi voz, azul diurno de barcas a la deriva. No existe más amor que el que dejo aquí abandonado Mayor muerte en vida, Que la de no haber, jamás mencionado en tus labios, cuanto te quise Y dejarme vencer inexorable, ser alimento para las flores Abandonarme a la tierra preñada de las rimas, Que como tristes semillas de otoño queden, En espera de una nueva primavera No existe mayor verdad que el reflejo mustio de mi espejo Las cartas lloradas en la soledad de la noche No existe mayor hambre que negarte mis labios Aunque el tiempo y la distancia crucifiquen lo cierto Y nuestro amor haya sido verdadero, pero imposible Así como el titulo de un poema, de una herencia Así como una triste despedida Que solo queda, en un silencio