Siempre lo llevaba
en el pecho, muy adentro,
en los años, en los segundos,
me robó el aliento,
palpitó desde pequeña
tanto tiempo sin saberlo,
acompañó cada tristeza
y los más dulces momentos.
Siempre se vistió conmigo
sin querer, lo presetía,
cuando oteaba el firmamento
y el alma se me salía,
cuando andaba en bicicleta
y en los rayos se escondía
siempre atado, sin parar,
regalándome la vida.
(Y de tanto soplar el viento llegó a mi corazón)
No le busco explicación
al fluir de mis venas
porque contemplar el sol
ya es una razón buena,
conocerte, revivir,
abrazarme a mis cadenas,
piadoso ha sido Dios
con los rizos de esta nena.
Tal vez un día yazca
en la hierba recostada
y mis ojos se apaguen
en mirada eternizada,
sé que todo estará bien,
el ángel marcará el camino
no habrá llanto, sonreiremos
por habernos conocido.