El amor es bello, misterioso e impredecible. No hay nada que pueda atarlo, ni el más grande regalo, ni la más grande promesa de amor eterno. He aprendido que el amor puede llegar como un huracán, sin previo aviso, e irse como un suspiro. Sin razón ni lógica.
He aprendido, que cuando tengo miedo, corto la magia y conexión que siento con mi pareja. Cada nueva relación es una moneda al aire y he concluido, que solo puedo vivir el hoy. Que puedo llenarme de su sonrisa, de sus “te quiero” y de sus besos que me llevan hasta el infinito.
Que cada día es un regalo su presencia, su amor. No se si será mi futura esposa, o un amor furtivo de verano, que me refrescará por un instante y bañará mi ser de locura, para irse con el otoño y dejarme nuevamente en soledad, junto con las hojas secas que vuelan con sabor a olvido. El amor dejará sus huellas en mí.
Dejaré ir con un abrazo de hermano y un adiós de despedida, a la mujer que decida partir de mi vida, y como una llamarada, ese amor iluminará mi vida, será una antorcha que caliente de amor mis recuerdos, hasta que llegue la mujer, que deposite la antorcha definitiva en mí, la llama perpetua de mi corazón.