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SERPIENTES

Tengo una decena de serpientes

guardada en los bolsillos del pantalón

que se salen por ratos a husmear

y ver si aparece el alimento que las hace moverse

y escudriñar por tu cadera.

 

Les causa aflicción el cambio de morada

que antes tenían y que habían hecho

ya de tu ombligo.

 

Reconozco tu ausencia en mis manos,

en la aspereza que manifiestan por no tocarte,

en mis largas uñas por la falta de motivación

de no maltratar la epidermis

tostada de tus piernas.

 

Siento pena por ellas y temo que éste

desierto aún cuando sea su hábitat natural,

no es la razón suficiente para dejarlas libres.

 

Domesticaste tan bien desde el pulgar

al meñique, que no existe otra encantadora

que sea capaz de hipnotizar

 su tacto

 como tú lo hiciste.