La vida daba por ella,
Para él era su todo;
Brillaba como estrella,
En sus ojos de visigodo.
Día y noche le lloró.
Suplicando cariño.
El cual nunca recibió.
¡Pobre su alma de niño!
La amó sin límites,
Sin ser correspondido;
Ella tenía amantes,
Posaba de nido en nido.
El tiempo es buen amigo,
Apagó la llama del amor;
Sin prescindir de abrigo,
Olvidó el desamor.
Autor: Edwin Yanes