Cuando leí por primera vez un poema
en aquel libro impenetrable,
me dije que las olas podrían ser más frescas
el mar un poco más intenso, y lleno de arenosa espuma
que las montañas más bien son algo pálidas
algo verdes y quebradas, que las nubes son más sabias
más lentas y más cómodas, y me dije:
“cuando yo escriba un poema
quiero que sea más profundo,
más intenso, interminable y que transmita
cada partícula de espíritu o de aire
en cada letra o palabra o expresión”
sin embargo, no soy tan poeta como creí,
no escribo como hubiese querido,
no soy bueno para esto,
aunque amo los árboles, vagar, meditar ,
envidiar las alas de los pájaros, sus rutas aéreas,
los postes, la hierba, las flores, las piedras,
esta vida incomprensible y taciturna
de música tranquila y de alegría limitada,
unos converse azules, unos ojos cabizbajos,
amo todas las cosas que conozco,
porque son necesarias para mi existencia,
porque tenía que cruzarme con ellas
en algún momento, y yo soy parte de algo
soy parte de la tierra, parte de la naturaleza
y de esta sociedad que no me conoce.