Tomé la mano que tenia presta…
a ese cobijo que ¿Quién no?... Necesitamos.
Un gran tejado y columna en mi tiempo,
mullido lecho, de mis pies extenuados.
Refugio cálido de mis hondas penas,
dúctil pañuelo que secó mi llanto.
EL gran festejo, en la copa de mi vino,
sabroso sustento, en delicado plato…
La dulce almohada de mi pecho triste,
encuentro con sosiego y gran remanso,
de esos agotadores días de faena,
el reposo de mis brazos ya cansados.
Respaldo de los años, que ya acosan,
duro bastón de roble , puño dorado…
quien allana y va quitándome las piedras,
que encuentro en el camino paso a paso.
Impregnada la llevo ya en las sienes,
en mis venas, en la sangre y en las manos
¡Poesía mi más grata compañera,
que viaja eternamente a mi lado!
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