No lamentes el haberte equivocado,
si en la falla acumulaste la experiencia,
esa misma que recarga a tu conciencia,
cuando notas, que tú proceder, fue errado.
Nada ganas con sentirte un desgraciado,
y hasta piensas, que faltaste a la prudencia,
si en lugar de proceder a conveniencia,
hoy presumes, que tú tumba haz cavado.
Si tu espíritu se muestra aminorado,
y a tu mente, la devora la impaciencia,
del error, ya sólo esperas su sentencia,
y es el temor, quien te mantiene acorralado.
Deja ya de portarte acobardado,
lo que cuenta, es crecer con la vivencia,
si a la vida la enriquece la experiencia,
de que vale, un vivir menospreciado.
Si el errar no es condena, ni es pecado,
y tampoco, nos conmina a penitencia,
aprender, es cuestión de más conciencia,
liberando, lo yerros del pasado.
No te inmoles a ti mismo, en lo causado,
sin razón que justifique consecuencia,
que es mejor suponer en contingencia,
que al errar, todo tu ser se ha renovado.
Ya no sufras por haberte equivocado,
simplemente guarda en ti, la referencia,
resguardando para ti, toda evidencia,
como fiel recordatorio, del pasado.
Recordar es menester justificado,
colectando al vivir, bella experiencia,
que libera a su paso en transparencia,
todo aquello que nos ha sido entregado.
No te inquietes aspirando a demasiado,
pretendiendo selectiva convivencia,
cuando el ser reconoce, al fin su esencia,
lentamente su poder es aumentado.