Aquella es la rosa que me espina,
que mastica la ausencia,
que se aleja con el susurro entre sus pistilos;
y que deja entre mi llanto
una lagrima de su tristeza;
que me deja tirado…
en el asfalto olvidado,
pegado a un segundo del tiempo,
a un segundo que se oxida
cuando mis sueños se embriagan de ti…
Y sientes la pena de seguir espinando la llama;
de desfallecer sin pedir mí ayuda;
y con tu sonrisa atenuada
le ofreces tu llanto a la mañana;
empujas abajo el lucero flameante,
y a oscuras el cielo poblado…
entablado de nubes perdidas;
frente a un mar de recuerdos…
ahí... donde colapsan los sueños
y se comparten las pesadillas,
dejas el silencio vivir junto a las noches
en las que cuelgas de tu propio olvido…
Es tarde correr… sin escuchar la voz del corazón
que sigue en sangre roto;
y con el aliento perdido
solo puedo sostenerme en mi encierro,
y ahí fallezco sin nadie que me vea;
y ahí empapado en lágrimas
me sostengo en los sollozos
de mi vida partida entre letargos del ayer;
aprisionado entre el pasado…
aprisionado entre las fauces de tu recuerdo;
me abruma y me consume el llanto,
así seguiré de dolor clavado,
así… quedaré con tu espina… espinado…