De ésta razón pasajera,
que una mentira engalana,
y con palabra ligera,
al sentimiento profana.
De ésta perenne espera,
que vuelve a la hora vana,
y oscurece primavera,
mientras la tristeza ufana.
Que a la lágrima sincera,
la angustia vuelve paisana,
cuando el corazón se apera,
de rústica porcelana.
Esa que incendia por fuera,
lo que entre brasas se afana,
y que al alma desespera,
y a la vida resta gana…
La que se aloja certera,
en la inocencia humana,
que al reír, vuelve quimera,
y la frustración explana.
La que anuncia plañidera,
la impotencia del mañana,
y como cruel compañera,
todo su dolor desgrana.
Esa ilusión bandolera,
que sólo derrota emana,
la que del verbo adujera,
su palabra más tirana.
A esa desterrar quisiera,
de toda la acción mundana,
y que su impronta vertiera,
en una estrella lejana…
Donde a nadie destruyera,
con su conducta mal sana,
para que a nadie más perdiera,
en su etapa más temprana.
Si despedirla pudiera,
con sólo invocar la gana,
tendería una escalera,
a la estrella más lejana.
Y en ésta tierra prendiera,
enorme llama guardiana,
con la esperanza certera,
de calentar la mañana.
Floreciendo en primavera,
donde el amor se engalana,
la alegría más sincera,
sus despertares hilvana.