Viene de las paredes
atrapada en la oquedad de sus labios friolentos
sobre el minuto epicentro
con la sepultura del aire nebulizando la polea que esmerila
el rehilete en la catacumba del sonido.
Y explota el motor sensible de la víscera
el tímpano de la fuerza abstracta agazapada en los mecanismos
desfilando el acoso sobre el mentón de la energía.
Golpea. . . y golpea al péndulo gris
donde amortigua el eco agudo de la silueta
tu silueta en luna despedazándose en una chispa pródiga de los vigilantes
que caen en la persiana desgastada
la tinta débil de mis párpados.
Una ceja rota ondula la esquirla ambiental de la hora
en la hora
como un reflejo que escupió el fantasma virtual
prensado en el mango ilusorio de su retina.
La sensibilidad virgen del tórax
yunque en la barca del oído
frunce entre las faldas del paisaje
resbalando en las quijadas nocturnas.
Y estoy aquí en mi cenit liviano
empedrado en la gasa de su aullido intermitente
con un gesto lento
unísono
preconcebida transición
estoy atrapado, en su vientre frágil de la danza.
Un susurro lisiando la anatomía del ballet.
El patético ritmo zodiacal
donde desvanece la dentadura estéril
apolillada arena bipolar
acrílica de mi limbo.
Cuando bailas en los doce signos del reloj.
Bernardo Cortés Vicencio
Papantla, Ver.