bernardo cortes vicencio

LA DENTADURA ESTÉRIL DEL RELOJ


Viene de las paredes

atrapada en la oquedad de sus labios friolentos

sobre el minuto epicentro

con la sepultura del aire nebulizando la polea que esmerila

el rehilete en la catacumba del sonido.

 

Y explota el motor sensible de la víscera

el tímpano de la fuerza abstracta agazapada en los mecanismos

desfilando el acoso sobre el mentón de la energía.

 

Golpea. . . y golpea al péndulo gris

donde amortigua el eco agudo de la silueta

tu silueta en luna despedazándose en una chispa pródiga de los vigilantes

 que caen en la persiana desgastada

la tinta débil de mis párpados.

 

Una ceja rota ondula la esquirla ambiental de la hora

en la hora

como un reflejo que escupió el fantasma virtual

prensado en el mango ilusorio de su retina.

 

La sensibilidad virgen del tórax

yunque en la barca del oído

frunce entre las faldas del paisaje

resbalando en las quijadas nocturnas.

 

Y estoy aquí en mi cenit liviano

empedrado en la gasa de su aullido intermitente

con un gesto lento

                          unísono

                                 preconcebida transición 

estoy atrapado, en su vientre frágil de la danza.

 

Un susurro lisiando la anatomía del ballet.

 

 

El patético ritmo zodiacal

 donde desvanece la  dentadura estéril

     apolillada arena bipolar

            acrílica de mi limbo.

 

 

Cuando bailas en los doce signos del reloj.

 

 Bernardo Cortés Vicencio

Papantla, Ver.