Érase cuando sublime como la flor
Arraigaba dentro de mi boca su hermosura,
Retoños de ternura que nacen
Y mueren al morir el día.
Érase tan furtiva y tan divina
Como la diosa ensalzada
En la desnudez más sagrada
De tu inocencia tan lozana.
Érase pues que la hermosura
Marchita sucumbe en las lunas pasadas
Que nos es eterna ni tan apremiante
Perder esa imagen perfecta
Ni que el espejo refleje ni los ojos ajenos
Admiren proclamado tu belleza para siempre.
Érase así hoy bella longeva
Que las arrugas que tu frente
Nos desmeritan quitar ni sumar
Para achacar al tiempo su perdón,
Ni tampoco permitir manchar
Esa hermosura que el tiempo
No puede jamás tu interior mellar.