En esas veces dolidas, cuando no quieres que nadie te toque,
voy adento, con mi voz adentro.
Bien te hago, nos hacemos en las voces.
Lo dice esa curva de hombro que sale
de una blusa azul que cae.
Lo dice el pezón en calma que mana néctar,
ahondando el respiro, escalando el latido.
Me llevas de tu labio inferior mordido,
acunado en la concha brillante de nácar,
en la cita perfecta, duelo de arrollo y raíz.
Acostada en calma a mi derecha, con tu muslo
sobre mi sexo sepultado y renacido
con sabor a vino y a falta de ropa interior.
No hay distancia, no hay estatura,
no hay fealdad de manos ni señorío bastardo
que nos haga dejar de pertenecernos.
Honrado soy y mas hombre
por la hermosura de lágrimas al broche
de los orgasmos dados y recibidos
por lo mejor que me pasa, mi amante buena.