Quisiera arrancarles las páginas al libro...
-Los cabellos al destino-
Y no darme cuenta del tiempo que ha pasado...
-De las arrugas al pescuezo mirando el silencio-
Dejándome perder en la mueca salada de la cama...
-Cerrándome en un sobre, entre la escritura y páginas calladas-
Quisiera borrar las velas, encendidas en miradas nocturnas...
-Ojos en desvelo, cuando ya no saben de sueños-
Y pedalear en contra de paredes opacas...
-La ausencia de una página blanca-
Camuflándome con la cerilla; lágrimas de un rostro sin cara...
-Cerrándome en una herida, cuando ya los versos parecen sólo palabras-
Quisiera tirarme de un infinito piso...
-Caer, y no ver la luz de la noche, ni la luz de un sol atestado de velas oxidadas en su mejilla-
Y enredarme con la oscuridad, respirando la felicidad de morir...
-Hasta encerrar la vida en una botella, y encallarme el mar en mi boca-
Perdiendo la voz, el secreto de una estrella mal despierta...
-Cerrándome en una botella, sin tocar el fondo, muriendo de a poco, hasta quedar sin vida, en la ausencia de morir, de perderme y callarme con la noche que me espera en la cama, arrugada de una muerte testigo de un poema y palabras; que me asesinan en el lirismo encerrado en la botella, allí el mar llora, allí la lluvia muere, allí el sol se desvanece... Ecos de mis dientes se escuchan-
-Quiero tocar el fin de una caída-
-El mar está dentro de una botella, la botella no tiene fondo-
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Los muertos no saben que están muertos, sólo; vivos lo saben y en pinturas han dejado con vida a los muertos...,
y, con este resfriado, que me llena de lagunas mentales, la nostalgia de aferrarme a un poema, cuando más siento volar mis uñas y con ello estos dedos fieles a mi boca, cuando más le grito a la vida, y más corro por dejar atrás a la muerte -en estos días fríos-
esperando que se encienda el foco, y en la penumbra, mis ojos se aferren a despertar en el mecanismo de la existencia, sin saber que algún día moriré en la rutina, y esperaré mi pasaporte a quitarle rocas a la noche, cuando ya no brille el astro de la identidad que tengo... -O solia tener-,
y desde el cielo, la estrella me quite la voz, y con ello los ojos, y con ello el alma, dejándome caer al fondo de una botella, que no tiene finales, no tiene vida, y no tiene mar... No tiene nada...-
Dados quizás aviente a la noche, para que la suerte le quite las sonrisas al techo excomulgado de luz, y en la numeración de una fecha, se mastiquen astros para volar tan lejos como luciérnagas,
y..., dentro del cristal; el mar no esté tan sólo, sintiendo que el fondo, no es la soledad, sino que son escalones para un cielo invertido, esperando llegar a su muerte...
A su nacimiento, cuando más nace una estrella,
y..., la noche se alegre, y sonría con la pintura tatuada de lágrimas metálicas, reflejadas en sombreros; cuando las cabezas suelen dormirse entre el amparo de una espalda atestadas de asfalto, sintiendo sus corazones perderse en un sueño...
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-Ya es de noche, y mis ojos parten a un silencio interno-
-Me espera la muerte, quizás ya me ha traicionado con el tiempo, quitándome los labios y las extremidades que se han ahogado en este relato... Las páginas las ha arrancado la muerte, entre el silencio, los cabellos me los han arrancado las sombras-
(Y entre sobras y sobras, las migajas de pan, suelen morir dentro de palomas, viajando más allá en la crisálida forma de una botella crepuscular, cuando menos sé de mi nombre, y menos del Arte colgado en el lienzo de un atardecer sin sombras -Los vampiros tienen reflejo-)
23 de Octubre, 1985...
El cuarto sin murallas...
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