Tan sólo quiero oírte gritar,
temer, estremecerte, vibrar,
a la sombra de tus miedos aullar,
y tus lágrimas, en mi cuerpo, enjugar.
Tan sólo quiero verte sonreír,
crecer, desvanecerte, gemir,
el yugo del esclavo, con sonoridad, partir,
las llagas de tus manos, con besos voy a curtir.
El animal ha vuelto, pese a nunca haberse ido,
sus heridas lame con orgullo, muy dura la batalla ha sido,
naufragó, cual Invencible, en ignoto mar de olvido,
tras febriles represiones, sus grilletes al fin han cedido.
No temas la luz del día, ni las sábanas haber ensuciado,
con ardor y en sincronía, destilamos jugo de pecado,
los músculos antes tensos, ahora prestos se relajan,
y tus iris, con los míos, chispeantes se agasajan.
Asido estoy a tus formas, no quiero dejarte marchar,
con el éxtasis y las prisas, recodos no pude gustar,
hoy serás tu mi sustento: desayuno, comida y cena,
con el fresco sabor de tu carne, la vida merece la pena.
Me despierto sudoroso, todo había sido un sueño,
no importa cuánto te quiera, tu esencia ya tiene un dueño,
la envidia me atraganta y las lágrimas no dejan hablar,
reconcíliareme con mi almohada, quizá aún te pueda soñar.