Alejandra Diaz

Nuestra Tierra

 

La tierra donde naci y donde moriré

colmada de mares verdes, de tierras fértiles,

de valles sin fin, de montañas que se unen con el cielo.

Bendito es su suelo, benditas sus cordilleras.

Bendito el hondureño  que muy temprano en la mañana,

emprende su viaje con el machete desenvainado,

en sus manos maltratadas yace mi destino.

 

Sale el sol y nace el día

y el campesino marginado,

comienza la lucha de cada día.

Lucha contra el sol, lucha contra su destino.

Su rostro esta entristecido. Hace tanto que no ríe.

El cansancio y el trabajo han consumido sus años

pero en sus ojos miro algo nuevo, algo distinto.

 

En las fincas de los señores ricos,

hay niños corriendo pero no están jugando,

su ropa es vieja, sus caras sucias.

Corren por los cafetales, están trabajando.

Con cuidado arrancan el fruto rojo,

respiran por un instante el aire denso

el aroma del café es mas intenso.

 

Ya es tarde, mi papá me está llamando,

es hora de regresar a una tierra que no pertenezco.

Mi corazón se quedo en los cafetales,

en esa tierra de prodigios y  de miserias,

en los mares verdes donde naufrago.

 

Me parece haber escuchado el silbido de alguien

pero me he equivocado.

No es más que un machete desenvainado.

Un niño corre y abre el portón

Mi papá extiende su brazo,

el niño afanado toma su pago.

Trato de robarle una sonrisa,

es demasiado tarde, ya olvido como reír.

 

Honduras esta ahí, esa es mi tierra,

la que se riega con lagrimas, la que se cultiva con ilusión.

La que se bendice con versos y canciones, con coplas del corazón.

Donde cada amanecer es una lucha que librar.

Hondureño esa es Honduras, esa es tu tierra.

Nuestra tierra.