CAPÍTULO 2. La luna en la ventana
En las noches que todos llamaban estrelladas, Luz Marina se acostaba temprano, no le gustaba fingir que veía las estrellas cuando en realidad no podía verlas.
Una de esas noches, después de cenar abrió la ventana de su alcoba, para intentar mirar el cielo, y pudo felizmente contemplar la luna.
-Oh luna, hermosa y fiel compañera, ¿porque estás tan solita?
La luna no respondía, sólo el incesante titilar de millones de estrellas, le servían de cómplice a su silencio. La luna no entendió eso de su soledad, si estaba acompañada de
tantas de estrellas.
¿Será que hoy si está sola la luna? Se preguntó Luz Marina en voz baja. Mañana me enteraré en boca de los niños cuando comenten en la escuela, fueron sus últimas palabras antes de acostarse en su cama, cubrirse con las sabanas y entregarse al más bello sueño, en un cielo sin estrellas.
¿Cómo era posible que habiendo tantas estrellas desparramadas en el cielo estrecieleño, Luz Marina sólo podía ver la luna en menguante? Eso de verdad que era un misterio, un misterio odioso e indescifrable que negaba a la pobre niña la oportunidad de ver el cielo como un mantel de lunares. Afortunadamente ella todavía navegaba en la duda de si había o no estrellas.
A la mañana siguiente, no pasó nada en la escuela, al menos referente a la noche estrellada. Ningún niño habló sobre las estrellas de la noche anterior. Eso tranquilizó a Luz Marina… ¿¿¿Será que no había estrellas??? Se preguntó otra vez. ¡Sería bueno saberlo! Sentenció.
Así que aquella noche, a efecto de poder descubrirlo, tramó un plan que llevaría a cabo con su hermana a la hora de dormir. Tal vez eso podría darle una nueva luz sobre sus ojos.
La luna con mil estrellas
en el amplio cielo brillaba
y ella sufriendo su pena
tan sólo la luna miraba.
Continuará...