Angel Reyes Burgos

Desnudos en el desierto, relato erĂ³tico y poema...

 Hay experiencias en la vida que jamas se olvidan y esta que recuerdo desnudo junto a mi pareja, un febrero al atardecer en las dunas, al lado de un largo y estrecho oasis del desierto del Sahara, en Marruecos...es una.

Nos hablaron del maravilloso espectáculo de la puesta de sol y la temperatura y la brisa agradable, nos desnudamos  y tumbados sobre el saco de dormir, tomados de la mano, esperábamos...

Nos situamos sobre una duna al lado del oasis, que al estar inclinaba nos facilitaba la vista, cuando el sol anaranjado que le daba a l conjunto una belleza sin igual, comenzó a descender, con un suspiro, su mano izquierda que tomaba la mía, se la llevó a los labios y me beso, mojó con sus labios mi dedo corazón y se lo puso sobre su clítoris...me dijo, no lo muevas, solo siéntelo.

 

Ya me sentía muy excitado y su pequeña y dulce mano, se cerró sobre mi sin apenas movimiento, solo cerraba y apretaba con suavidad y la energía que me transmitía a través de las palpitaciones de su clítoris, me embriagaban de placer y me hacían sentir en un mundo casi irreal, contemplando como ese hermoso sol se iba ocultando y parecía transmitirnos toda su magia...

 

Nos encontrábamos en la máxima excitación, cuando la corona del sol estaba a punto de ocultarse y nuestros cuerpos se convulsionaron en un orgasmo que jamas había conocido...empezaba a ver las estrellas y mi mente se convirtió en un lucero del cosmos...

 

Nos dormimos abrazados dentro del saco, la posición de cucharita que tanta ternura y amor me hace sentir,detrás de ella y muy pegadita, acariciaba sus pechos y sentía la calidez de sus nalgas...me excité de nuevo y ella me dijo...quieto hombretón, que tenemos que ver salir el sol...y nos quedamos dormidos.

 

Me desperté un momento antes que ella y dándole un beso en el cuello, le pregunté si estaba despierta,
ronroneo como una gatita y solo me dijo...buenos días amor, quédate así que me gusta sentirte...
Nos quedamos observando en esa posición como surgía la corona imponente del sol, anaranjado, hermoso entre esas preciosas dunas del desierto. Se apretaba contra mi y me tenia muy excitado, su mano la deslizó entre los muslos para cogerme y fundirme en sus entrañas, gemí de verdadero placer al sentirme dentro...

 

A su vez me tomo de la mano y de nuevo mojando mis dedos colocó el corazón sobre su clitoris pidiéndome otra vez que no lo moviera, las contracciones de su vagina sobre mi sexo, me hacían enloquecer de placer y yo le imprimía un suave movimiento motivado por mi excitación.

 

Nuestro delirio estaba a punto de cumplirse, cuando ese inmenso y precioso sol que se ve en el desierto,
estaba a punto de nuevo de terminar de renacer como una majestuosa ave fénix y con el gritamos de placer sintiendo en mi interior la marcha triunfal Aida de Guiseppe Verdi y a Dios en el universo.

 

Amante que sin amor
de la mujer haces presa
tú le causas gran dolor
y la llenas de tristeza.

 

No eres un buen amante
por dotación o frecuencia
solo si tienes conciencia
de lo que tienes delante,
que no solo es un recipiente
donde viertes inexperiencia.

 

Amar es darse por entero
entregarte a tu pareja
que le sirvas de consuelo
que la saques de sus rejas
donde la mete la vida,
porque nunca ellas se quejan.

 

No darás felicidad
si tu egoísmo antepones
y no dispones tus dones
para amarla de verdad...

 

Ángel Reyes