Me llevaban de paseo,
creía que era a recreo,
me soltaron en una plaza
redonda como una taza.
Muchas personas habían,
de pronto salió un torero
con una capa sangría,
a estrenar mi embestida.
Yo lo miraba asustado,
pues estaba consternado,
no sabía por qué allí,
todos aplaudían.
Y empezó la faena,
sin sentir ninguna pena
banderillas me clavaban,
mientras en el palco exclamaban…
Torero…torero…torero…torero
Yo nervioso y angustiado
me quise defender,
no encontré rincón alguno
para poderme meter.
El palco estaba lleno
y gritaban por doquier…
Oleeeeeee oleeeee oleeee
Y sentí una furia profunda,
con las patas escarbaba
dejando la arena impregnada,
con rastros escarlata
de la sangre que manaba,
al clavar las banderillas,
del lomo me brotaba.
De repente sentí
cómo el más fiero puñal
se enterraba dentro de mí,
por ser yo un animal
me clavaron la estocada,
mientras el público clamaba…
Oreja…oreja…oreja…oreja.
Celebraban la hazaña
con garbo y con cizaña,
yo en suelo yacía
con la mirada perdida,
ahogado en mi propia sangre,
pidiendo clemencia al cielo
por el mal que me hacían.
Yo no sé de qué están hechos
los miserables humanos,
qué permiten estos hechos
y aplauden con sus manos,
la muerte de un inocente
que nunca les hizo daño.
Con sevicia incontrolable,
observan cómo se llena
el ruedo de pura sangre.
Sé que tengo que morir
porque es la ley de la vida.
¡No merezco una muerte así,
con maldad y con sevicia,
humillado ante un público
que celebra con risa,
mi cansancio, mi fatiga,
mi mísera agonía!
Felina
Me perdonan los que no estén de acuerdo con estas letras y les guste el toreo, pero a mí me repugna y siento una furia incontrolable, la misma que siente el toro cuando se ve acorralado, ultrajado y humillado, ante un público al acecho de ver correr la sangre. Vergüenza siento de saber que hay seres así.
Invito a todos los que estén de acuerdo conmigo, para que hagamos una campaña en contra de las corridas de toros y del vil asesinato de los pobres animales, fuere cual fuere.