Tanto he mirado desnudo tu universo
que meditado en su fragmento ciego
lo que de ti del mundo me ha alejado
quebranta de mi a la muerte el miedo:
“Para qué la estrella muda
para qué tanta malva luna
sí en ti toda noche y cielo
afilan del deseo el fuego”
Caídas en racimos las palabras satisfechas
conjugarán el zafiro que trae tu presencia
y estallarán tu fuente como la vez primera:
“Para qué los mares dulces
para qué los edenes azules
sí en ti todo temblor y alud
recupera de mí la juventud”
Si alguna vez naufragada mi bravura muere,
a quién devolverás el torrente de la sangre
sí he sido yo quien ha arreciado su corriente:
“Para qué los lúdicos paisajes
para qué tanto aceituno valle
si en ti toda semilla y cosecha
espanta la vejez que asecha”
Iré abstraída tras los frívolos pasos de la nada
como quien impensada en cenizas coronada
del piélago de la vida sin querer sale azorada:
“Para qué la fábula muerta
para qué la quimera yerta
sí en ti todo dolor y aridez
hizo tus encantos florecer”
Y cuál será el epitafio que a ninguno confunda
cuando hubiera mi cuerpo reposado su pavura
si mi alma aún fugitiva de la vida feliz te busca:
“Para qué los vasos llenos
para qué tu amor sincero
sí en ti todos los misterios
sepultados me son ajenos”
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Propiedad intelectual Lucero Moscoso