No soy más que un pobre poeta
que se aferra hoy desesperadamente a ti.
A tus hombros y a tu pelo,
a tus ojos y tus labios.
A tus manos con sazón.
Soy un hombre indolente,
engreído, vanidoso, desdichado.
Que quiere soñar con tus sueños,
tus anhelos, tus temores y nostalgias.
Con cada latido de tu corazón.
Me abrazo fuertemente a tu cintura,
a tu talle, a tu cuello, tus lunares,
al calor que tú me das.
Quiero cada día estar en tu vergel;
Y que me acaricies suavemente
con tus uñas de papel.
Sentir que eres mía igual que las olas al mar.
Hoy me tengo en una celda por hotel
esperando a que regreses,
que me liberes de esta grande, inmensa,
deshabitada e inutil soledad.
© Armando Cano.