CAPÍTULO 5. De capa caída
Esa segunda experiencia hizo que Luz Marina sucumbiera envuelta en una inmensa tristeza. Aunque muchos vieran como insignificante el ver las estrellas, para ella significaba mucho, sobre todo por ser habitante de una ciudad cuyo cielo casi siempre se vestía de lunares luminosos.
Su dolor era muy grande y no quería compartirlo con sus amigos, por temor a lo que fueran a pensar de ella. Ellos vivían su mundo diferente. ¡Claro! Todos veían sus estrellas cada noche, y no sufrían la angustia de ver la luna solitaria en el cielo estrecieleño.
Ya ni le importaban las noches, porque si no podía ver las estrellas. ¿Para qué ver la luna y los demás astros luminosos si estaba ajena a la brillantez estrellada?
A veces Luz Marina pensaba que la noche se hizo para las estrellas, si bien era cierto que la luna era importante, ¡Pero era una sola! No millones, como escuchaba que eran las estrellas, y hasta decían que titilaban. En cambió la luna no, ella no titilaba; si al menos pudiera hacerlo para por lo menos poder disfrutar ese espectáculo de alguna manera… Luego se reía, ¡Luna titilante!, ja ja ja, ya hasta me estoy volviendo loca.
Luz Marina sufría cada noche, hubiese estrellas o no, pues ella como no podía verlas no sabía si estaban o no estaban en el cielo. Se sentía derrotada, como bien podría decirse, estaba de capa caída.
Las noches se le hacían tétricas, con oscuridad de muerte;nunca podía abrigar la presencia en su vida de una noche estrellada donde el romanticismo fuera parte de la escena… Pobre Luz Marina, se estaba perdiendo unas de las escenas más hermosas de la vida…¡Y ella lo sabía!
Ya la noche no le apasiona
pues se le hace larga y oscura
y estrellas juguetonas
no las ve junto a la luna.
Continuará...