Sus pergaminos garabateados
Se irradiaron por los suelos
De mundologías adornadas
Con sus manos de ciruelo
Mutilados de impaciencias
Holgados de mar y cielo
En cada día su halago
Al pensamiento hecho versos.
Aprendió de amor su pluma
Orgasmos vivió el tintero
Los olores tan divinos
En aptitudes crecieron
¡Cómo brillaba en él la Luna
Sin saberse negro el cielo!
Parecía un hombre normal
Sin encarnación de genio
Nos dejó tanto de dioses
Desvelo todo misterio
Pero nunca publicaba
Como el mismo decía
Que para hacer poesía
No le hacian falta premios.