El silencio cobra vida cuando todo muere en tu mirada.
Recuestas mi calma sobre el césped manso de tu pradera,
y en el valle de tus ojos todo es sueños, nada es hiedra.
Entonces llegas a mí, como el cálido rubor de mis pómulos
y te incendias en mi alma tras apagar al sol en mis mejillas,
hasta que finalmente vuelves a salir, vestida de poesía.
Andas por el aire aún cuando te has ido tiempo atrás.
Y no puedo permitirme ignorarte ni poseerte en mi pensmiento,
pues el arte de ser libre es lo que te lleva atada a mi cielo.