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Una lagrima, Señor, rodo en mi pena.

Una lágrima, Señor, rodó en mi pena

 y en mi pena el dolor de presentirla;

 Siempre viva en mi mente cual condena

 que fustiga por matarme o por herirla.

 Sin embargo este dolor que me envenena

 en la eterna soledad por aguantarla

 aunque vive mi alma muy serena

 duerme ausente ante el dolor por adorarla.

 Y si busco en el rencor por olvidarla

 y enterrar de sus amores al olvido

 solo basta de un susurro en el oído

 para amarla intensamente y añorarla,

 Yo no se si el gran deseo por retenerla

 es mas fuerte que el valor de abandonarla;

 Simplemente inclino mi alma por quererla

 y cargar con la pasión de mas desearla.

 O si al cabo de un intento y mas troncados

 !Que no hay gota de dolor cuando se ama!

 Sentir de nuevo al corazón cuando proclama

 justamente la razón de enamorados!

 Si lo mismo es el placer de enamorarla

 que sentir la dulce esencia de sus besos anegados

 de pasión y de embelesos;

 Yo prefiero a mi ilusión reconciliarla.

 Ya no ser un juez impune para odiarla

 !Cuan injusto es el dolor cuando se duda!

 Nos deja el alma enferma, fría y muda

 y pensando en la razón crucificarla!

 Ahora entiendo mi empeño por amarla

 pues en ella esta la paz que a mi alma llena;

 Desde hoy me inclinare en solo adorarla;

 Le daré mi corazón y mi alma plena.

 Mas si aun en el dolor mi ser condena:

 Una lágrima de amor vendrá a mi pena....!