La tumba de mi cordura
Hoy he visitado
la tumba
de mi cordura
y le he ofrendado
un manojo
de flores desganadas.
Sentí cierta culpa
por haber perdido
la capacidad
de llorarla,
por no poder ofrecerle
la humedad sombría
y digna
que se destila
en las lágrimas.
Ahora solo es
una tumba seca
entre tantas
tumbas secas.
Las tumbas secas
son tumbas olvidadas.
Eve V.Gauna Piragine