Para seguir de pie
Doy gracias a la vida en que persiste
una y mil veces la fiesta sagrada,
pese al olvido, la muerte y la nada
pese al adiós y al llanto que subsiste.
Doy gracias por la fuerza con que asiste
al débil, al pequeño, a la golpeada,
a la misma pradera avasallada
que aún así en sus flores va y resiste.
Gracias mil te doy, vida, que nos diste
no sólo una razón en la jornada,
también un corazón que por ti embiste.
También hubo una lágrima enjugada:
aquella que el amor nos da, aunque triste,
para otra vez regar la tierra amada.
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