Diaz Valero Alejandro José

La niña que no podía ver las estrellas (9/10)

CAPÍTULO 9. Ahora sí, bienvenidas las estrellas


Luz Marina regresó de la escuela más ansiosa que nunca, hizo todos sus deberes y se preparó para el anochecer. Cenó temprano y se encerró en su habitación. Y allí parada en la ventana vio como la tarde se iba desmayando dando entrada triunfal a la noche que venía vestida con su manto oscuro, pero eso sí, adornada de lunares brillantes que eran las estrellas. Las estrella que Luz Marina pudo ver esa primera noche. Miraba extasiada las distintas constelaciones y se hurgaba los ojos para dar crédito a todo cuanto veía… ¡Son estrellas, son estrellas! se repetía una y otra vez. Luego cansada de tanto mirarlas se fue a su cama a dormir. Hasta la almohada parecía que brillaba al resplandor de su mirada.

 

Intentó dormir de una y tantas maneras, pero estaba incómoda y no lograba conciliar el sueño. Todo resultaba inútil, ¡No podía dormir! Su emoción era tanta que el sueño no llegaba, así que se levantó de nuevo, desplazo la silla  y sentó de nuevo en la ventana. Y allí sentadita pasó la noche en vigilia admirando y disfrutando el amplio cielo estrellado de su natal Estreciel.

 

Sin darse cuenta llegó el amanecer, ya los gallos cantaban a lo lejos anunciando el nuevo día, y ella alegre y emocionada corrió a bañarse para preparar su viaje al colegio donde, ahora sí, tenía una hermosa historia que contar.

 

Ya sus ojos no lloraban de tristeza; ahora lloraban de felicidad. Lágrimas  salían y desaparecían de sus ojos cómo aquella estrella fugaz que una vez vio en su ventana, creyendo que era un sueño y resultó ser realidad, como todavía hoy lo era.

 

 Ahora Luz Marina se sentía una digna habitante de aquella luminosa ciudad llamada Estreciel.

 

 

Estrella en grandes cantidades

en su cielo ya brillaban,

por fin acabaron los males

de aquella niña que lloraba.


Continuará...