Que triste es vivir la vida, siendo humilde y siendo pobre,
Sin poder comprar las cosas que reluzcan como soles;
Yo no tendré dinero, como otros, que te quieren comprar,
Como si fueses objeto, de baratillo en un bazar.
Yo sólo tengo amor para ofrecerte, y en ti sólo busco amor,
No busco a lograr un deseo carnal, al cual me invita tu cuerpo;
Como piensan esos que no valoran tu ser, ni tu inocencia de mujer,
Para ofrecerte materia, que al voltear la espalda puedes perder.
Pero una mujer se hace grande, al tener su frente en alto,
Manteniendo su reputación y su moral como estandarte;
Sin arriesgarse a que luego ya muy tarde, sea la burla de aquellos,
Los que una vez le ofrecieron, para lucrarse con sexo.
Tu valor nunca lo pierdes, si tú lo cuidas, si te respetas tú misma
Y le haces ver a esos, que la mujer no se humilla;
Yo no podré comprarte un vehículo de lujo, para pasear en las tardes,
Sólo tengo mucho amor para ti y no deseo de cobarde.
Si eso es pecado de ser pobre, entonces olvídame, escucha a aquel cuando te llame,
Quizás te sientas bien y lo complazcas, y reirá entre tus brazos;
Pero a mi me has jurado que me amas para siempre,
Y espero no te cieguen, fantasías que te ofrecen.
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José Miguel (chemiguel) Pérez Amézquita