La escarcha congela mis manos, en esta fría mañana otoñal, de un mundo tan cambiado que me impide vencer los profundos latidos de mi alma. Estoy en el acantilado de los sueños que deseo y no puedo cumplir; esencia y existencia se funden esperando, entre murallas invencibles, todo el temor que me traen las ausencias. Observo detenidamente el paso de espejismos en cada excavación profunda de mi ser, carente de razón entre tanta dolencia. El destino sigue su curso, mis pensamientos se nutren del sufrimiento en esta tierra húmeda, salpicada de dolor inagotable, respiración que inhalo y exhalo tratando de aislar la contaminación humana hiriente, destructiva, separadora, llevándonos al olvido de sentirnos vivos. En el ocaso de la vida, reflexionando sobre el camino transitado, una pluma en mi mano sobre hojas donde el sentir puede volcarse, dejará como legado el testimonio de amor y la seguridad de haberlos amado tanto; pero si no lo comprenden… será que fracasé al tratar de explicarles la perversión de la ambición humana.
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STELLA CRISTINA ROSENDE TAVELLA.