Seguramente lees estas palabras
y le restas importancia porque vives sin temor alguno;
maltratas a tu prójimo
y olvidas los atributos del divino maestro.
Jesús habla a tu corazón,
pidiendo paz en este mundo lleno de violencia;
el hombre se ha vuelto materialista
y se olvida de la existencia de Dios.
Vivimos en un mundo caótico
marcado por la cultura de rivalidad y muerte,
que promueve el hedonismo en magnitud,
donde se decretan leyes alejadas de la fe y los valores
Ha llegado Semana Santa
y solo piensas en divertirte,
olvidando su verdadero significado,
producto de un debilitamiento aberrante de la fe.
Como hombre, Jesús sufrió los peores dolores
que puede soportar un ser humano;
fue tratado como si hubiese sido un terrible criminal
o un auténtico enemigo de la humanidad.
Seguramente los textos que narran aquel acontecimiento
pasan ante nuestros ojos de forma desapercibida,
y no hemos podido comprender el mensaje
que encierra aquella realidad histórica.
Un acontecimiento que emerge de la pasión y muerte de Cristo;
un acontecimiento marcado por la soberbia de quienes no quisieron creer,
un acontecimiento de injusticia al juzgar equivocadamente;
un acontecimiento ya escrito y de resurrección.
Cristo sigue sufriendo por los actos de crueldad
que emanan de mentes envenenadas,
que actúan despiadadamente y sin temor alguno;
donde solo impera el odio, la injusticia y la soberbia.
Ha llegado el momento de abrir los ojos
ante esta realidad terrible que está diezmando a la sociedad,
y escribo este texto como un grito desesperado de Jesús
dirigido a la humanidad que no quiere vivir en paz.