Nada, nada, nada,
no me hace falta nada,
contigo, ¡Oh gran Señor!
lo tengo todo...
Soy inmensamente feliz,
sabiendo que siempre
estás junto a mi...
Contigo todos los vacíos
se han llenado,
sólo TÚ en tu sabiduría,
sabes porque tardaste tanto,
en venir a saciarme y llenarme
de tu amor, tu cuidado y tu
Espíritu Santo...
¡Gracias Padre,
por amarme tanto!