Lucha desigual
Con mi rumbo fijo en el horizonte
mis manos aferradas a los remos,
buscando ese destino que no vemos,
quizás sea la barca de Caronte.
No pierdo la silueta de ese monte,
no sea que me pierda o naufraguemos;
el mar, desconocido al que tememos,
no nos permite ser su polizonte.
Las olas nos devuelven a la playa
mostrando ser más tercas que un humano
que lucha contra el mar sin dar la talla,
por más que nuestro rumbo sea llano,
no hay hombre que domine a esa muralla,
un muro aunque pequeño, no es liviano.
© Eduardo González Cuartango
05/04/2012