El día te sorprende corrigiendo unos versos.
Y en aquella metáfora en la que cifraste
Toda una larga historia de amor adolescente
El lector desganado no verá
Sino un alarde técnico, una desangelada brillantez
Propia del que comienza y necesita
Demostrar su pericia y sus lecturas.
Has pasado la noche corrigiendo poemas
Y la imaginación a ratos se dejaba llevar
Por el ensueño grato de tus libros futuros,
Páginas que constituirán más que nada tu vida
Porque su perfección habrá de ser más rara que la misma
Rareza de vivir (y de los hombres queda
apenas la leyenda que ellos mismos
asumen como propia).
Toda la noche a solas con tus versos,
Fumando demasiado, buscando apoyo a veces
En los viejos maestros –ese tono de voz, inconfundible,
De la gran poesía, que habla siempre en voz baja…
Ahora ya estas cansado y la luz inconsciente
Del amanecer filtra sus láminas de plata
Por las cortinas de tu biblioteca.
El esfuerzo ¿fue en vano? Eso nunca se sabe.
Tú no buscas
Sino la aprobación cortés de los pocos amigos
Que verán en tus versos algo de tu carácter:
Un indicio de miedo, una brasa de amor
Aún no del todo extinta.
Tu no buscas
Sino la ambigua sensación –tan irreal a veces–
De encontrarte a ti mismo a través de unos versos
Que corriges y afinas con afán enfermizo,
Buscando perfección y la verdad a medias
De tu existencia propia, destinada a afirmarse
En las noches a solas con tu arte,
En las noches a solas
Con los cuerpos que amaste y que tal vez te amaron.
Felipe Benítez reyes (poeta español)