Vives atrapada en un laberinto que tu misma
construiste, divagando entre el perdón y la
indiferencia. Recolectando las lágrimas que cayeron
de tus ojos, y preguntándote ¿Por qué el cielo está
tan gris? Mientras que la blanca paloma revolotea a
tu alrededor, una serpiente maligna y siniestra se
enrosca en tu cabeza, y te muerde cada vez que
quieres pensar.
En algún lugar de ese basto cementerio que es tu
corazón, has enterrado la luz que vencerá todas tus
tinieblas, la cual tus miedos evitan desenterrar. Tanta
soledad hay en aquel ángel que has abandonado, que
ya ni el cielo contiene tanta tristeza, que ya ni el
viento sostiene su suspirar. Y al mirar al cielo
nocturno, no ves la luna sino un reloj que corre en
retroceso.
Tantas escaleras hacia su mundo, que se sostienen en
los aires de la esperanza, y a cada paso que das, es
una caricia hacia su alma. Y el tiempo se disuelve
como azúcar en el agua, y la vida acortándose como
sol al atardecer.
Mientas que te encuentras en la vorágine de tus
indecisiones, la puerta está al alcance de tus manos,
y el destino te está dando la llave para poder abrirla.
Habrás tocado el cielo con las manos, viviendo un
sueño de promesas e ilusiones. Y caminando descalza
por el desierto, te habrán picado escorpiones. Quizás
hayas conocido el jardín de la felicidad, y las espinas
de las rosas te abrieron heridas. Hoy no descifras el
crucigrama del perdón, hoy misma te encuentras… sin
salidas.