Si de la noche llega un brillar ajeno,
esconde la estela antigua y su olor;
para que el amanecer no sea veneno,
para que el día no se pierda en el pudor.
Golondrina emigrante del ocaso,
Secreto diurno de despertar;
Sinfonía emergente del regazo.
Viento con vestido y elegante caminar.
Cien destellos, instante turbio,
Regresa eterno el viajero rubio;
De donde su planta nunca está por terminar,
Pero regresa a diario, y siempre para comenzar.
Urgente sollozo luminoso de acuarela y prioridad,
Pintor del verde y del azul temprano,
Que borra la oscura inmensidad.
Relación infinita de luz y sombra. Soledad marcada.
Porque nunca hay pareja cercana,
Para quien pone la tierra bajo su pisada.
Martín Herrera