Por el Cristo que de niño jamás pisó la escuela,
que trabaja como un mulo, de sol a sol, en su aldea;
por el Cristo enamorado de una humilde Magdalena,
muchacha de pueblo pobre con ojos de hija buena;
por el Cristo sin papeles que cruza en una patera
los mares sin corazón, los océanos sin conciencia;
por el Cristo marginado de rodillas en la acera
que ruega el pan de sus día, su salario de miseria.
Por el Cristo soldadito que se muere en la trinchera,
cuyos clavos son las balas y su cruz la puta guerra;
por el Cristo que es mujer de un marido que le pega
que se deja piel y vida por limpiar una escalera,
por el Cristo prostituta de tuburio, jinetera;
por el Cristo maricón bajo la luna chapera
que busca rumor de macho en la noche calavera;
por el Cristo basurero que remueve mierda a mierda
las verdades en la sombra, las mentiras que nos cuentan;
por el Cristo Wikileaks y su denuncia sin fronteras,
perseguido del Imperio y su franquicia en Suecia;
por el Cristo presidiario en la soledad de su celda
que un día condenaron por expresar lo que piensa;
por el Cristo sin color que se entiende en toda lengua
que es sencillo como un beso en una mejilla cualquiera;
por el Cristo guevarista y su lucha guerrillera,
que en América Latina plantó flor de independencia;
por el Cristo que en Ghandi, sin arrojar una piedra,
derribó un duro imperio con sus palabras sin telas;
por el Cristo torturado de los pies a la cabeza,
desuñado por tenazas, descarnado pieza a pieza;
por el Cristo niño hambriento que es un lloro a la espera
de los buitres oscuros para ser festín de fieras;
por el Cristo fusilado en una pared paramera,
en un patio sin jardín, en un muro de inclemencia;
por el Cristo sin hogar, destemplado y sin iglesia,
sin beatas que lo vistan, sin obispos que lo entiendan;
por el Cristo desdiosado que de bondad hace ciencia,
que de verdad hace patria y del amor su bandera;
por el Cristo escristor que da vueltas a un poema
cuando la noche se aviene estremecida de estrellas,
por el Cristo que no nace, atrapado en las tinieblas,
noche de noche infinita, noche larga y pordiosera;
por el Cristo de los Cristos sin alabanzas ni fiestas,
de los Cristos olvidados por la voz de los poetas;
por el Cristo de las calles, de las chabolas y cuevas,
por el Cristo de los tristes cantan y oran mis letras.